Me permito algunos comentarios al respecto:
1. Cuando el arte aboga por una vía de activismo y crítica política debe subvertir -o al menos abandonar- los modos de narración, representación y difusión de su propia institución y del mercado. Todo aquello que se inscribe de manera legítima en este contexto sólo puede aspirar a ser, en el mejor de los casos, crítica teatralizada. La amplificación mediática se deriva siempre de un mayor o menor grado de sumisión formal por parte del autor, y se traduce en una desvalorización del contenido crítico; la masificación comporta necesariamente banalización: iconizar es mercantilizar.
Hay que buscar las fisuras, moverse en los márgenes, allí donde la expresión no está regulada por las pretensiones del mercado; no hay que temer la pequeña escala, mucho más efectiva, sincera y transparente. Es un problema de perspectiva, no de inutilidad de las artes.
2. La red no siempre es sinónimo de comunicación. Las millones de visualizaciones del vídeo de Banksy han generado más eco que diálogo. Se constata la primacía del consumo pasivo; las opiniones mayoritarias en la blogosfera revisten un carácter ilusorio, representando a un colectivo minoritario y específico. Cuando se logra obtener una respuesta masiva, ésta se vincula a la opinión (o a la acción estéril, tipo ataques DDOS). La vía de actuación más productiva («si no estás de acuerdo con algo, no lo consumas») es ignorada sistemáticamente.
3. Banksy dejó de tener sentido en el mismo momento en que todos empezamos a hablar de él y lo introdujimos en el ámbito institucional, es decir, desde que lo convertimos en trademark. No se puede combatir el fuego con fuego.
4. Por La sociedad del espectáculo no pasan los años, tristemente.
por ahiebra
Tomado de: http://hiebra.blogspot.com/2010/10/el-caso-banksy.html