El erotismo femenino.La creación artística. Las máscaras de lo real

Por Olga Santesteban

 

Paul Delvaux

 

A través de la obra de Sigmund Freud y Jacques Lacan el acceso a los problemas cruciales del Psicoanálisis nos exigió detenernos a elaborar los ejes esenciales que en la historia de la cultura constituyeron los fundamentos del sujeto en los diferentes campos del saber, así como también la relación con la creación poética, literaria y artística.
Sin duda ha sido un sueño freudiano el constituir un lugar destinado a la formación de los analistas que permitiera abordar la historia de la civilización, la mitología, las religiones, la historia y la critica literarias, la creación artística… sueño al que Jacques Lacan le dio su continuidad con las disciplinas que su siglo le ofreció para abordar lo que llamó: «la poética de la obra freudiana».
Marcaron así el campo del Psicoanálisis y el abordaje y avance en los mecanismos del inconsciente, considerando el lazo con la literatura y con las significaciones implicadas en las obras de arte, la vida de los grandes artistas y el siglo que los cobijo, como un lazo necesario para introducirse en el texto de nuestra experiencia.

Jacques Lacan señalaba que es allí donde Freud, por haber tomado él mismo su inspiración, sus procedimientos de pensamiento y sus armas técnicas, da testimonio tan abrumadoramente que se lo puede palpar con solo recorrer las páginas de su obra.
Es por esta razón que acuerda con poner esa condición a toda institución que tiene por objetivo la enseñanza del psicoanálisis, no sin considerar los métodos del lingüista, del historiador, del matemático, lo que se aborda en la semiótica o la estética y los grandes pensadores… todo esto está destinado a un permanente trabajo de investigación para recobrar el sentido del descubrimiento freudiano, su motor y su extensión.
Las búsquedas inciertas, las contingencias azarosas, la innovación, la creación, son el resultado de un trabajo.
Ni mística, ni misterio, ni inspiración, podrían dar cuenta de la invención.

En esta ocasión rescataré el lazo con la creación artística ya que hacemos entrar la pintura en el campo del Psicoanálisis para abordar y poder situar lo que Freud llamo la satisfacción de la pulsión, para interrogar lo que es demandado por la mirada, en el campo escópico y asistir al savoir faire del artista para articular lo que llamamos las máscaras de lo real.
Retomamos la articulación lacaniana aportada en el Seminario «La ética del Psicoanálisis» donde el arte es definido, como los diferentes modos de cercar el vacío central que constituye a todo sujeto… articulación que fue progresando hasta definir al sujeto a partir del nudo que ejemplifica la triplicidad del Cuerpo, del Goce, y de la Muerte en cuyo centro se encuentra lo insondable del sexo.(«Los no incautos yerran»)
Rodear un vacío, cercar un vacío o como se dice en el campo del arte «festonear un vacío insondable», nos permite en Psicoanálisis pensar los bordes de lo real, si lo real se define por esta triplicidad que da razón al deseo, y decimos entonces que rodeamos los bordes de lo real de lo deseado, en cuyo centro lo insondable del sexo da razón al erotismo femenino que como enigma de la femineidad se presenta ante todo sujeto.
El artista, el sujeto masculino, el macho, la posición viril en la heterosexualidad, el homosexual, el travesti, nos aportan los diferentes fantasmas que nutren este enigma.
El tema del erotismo femenino nos ha llevado a interrogar las relaciones pasionales del deseo, el don de amor, el goce femenino y el enigma de la femineidad a partir del impasse que puso en acto la pregunta:¿Qué quiere una mujer?
Desde «La lógica del fantasma» Jacques Lacan se interrogaba por el lazo que unía lo femenino a la creación y consideraba en la historia del pensamiento como el don de amor femenino en tanto fue significado como fertilidad, maternidad y aún como fuerza generadora había llevado por esta razón a intentar dar cuenta de esa génesis oscura que ha constituído la creación en sus múltiples manifestaciones.
Al abrirse nuevas categorías en relación al goce femenino y al amor considerado como un acontecimiento que pone en juego la heterogeneidad radical de las formas de goce, se iluminó de una manera esencial, el tema del enigma de la femineidad y sus fantasmas, articulados alrededor de un real en juego que el Psicoanálisis ha logrado establecer con «Encore».

El enigma de la femineidad en el revés mismo de la división del sujeto forma parte de la obra de los grandes creadores que han dado una respuesta a su interrogación esencial por el erotismo femenino.
Hay siempre en toda obra un tiempo donde el artista aborda este enigma para dar una respuesta al misterio del cuerpo que habla, ya que constituye para él mismo un verdadero impasse y marca el punto nodal que define la relación del sujeto con el deseo.
En esta articulación ha sido revelador recorrer en la Historia del Arte el modo de realización de las Venus, donde los artistas han logrado plasmar los grandes mitos que en Occidente anudan las relaciones entre los sexos para lograr una respuesta al enigma de la femineidad que desde los tiempos fundacionales del pensamiento griego han ofrecido el lugar de la femineidad como esa extranjera que es toda mujer para el hombre, donde él podría descubrir, la fascinación de una verdad sobre el goce.
Han pasado veinte siglos para que la llegada del Psicoanálisis pueda develar el enigma al construir los fantasmas que habitan en él.
Si recorremos las diferentes épocas asistiremos a las distintas formas ofrecidas al goce estético en las imágenes del cuerpo femenino que han logrado plasmar en diversos lenguajes artísticos los ideales de su tiempo.
Si bien el término desnudo artístico fue introducido en nuestro vocabulario por los críticos de principios del siglo XVIII tiene una antigua tradición que se pierde en los albores de los tiempos… desde las estatuillas opulentas de las cavernas paleolíticas encontramos los atributos femeninos marcados hasta el extremo de ser símbolo de la fertilidad.
Al principio era La Madre, la fascinación frente a su fuerza subterránea, generadora de vida y enigmática.
Hay en nuestra cultura un larguísimo período de los cultos femeninos maternos.
Encontramos ya en el Banquete de Platón la alusión a la existencia de las dos Afroditas que se llaman Celestial y Vulgar.
Esto se convirtió en un axioma de la filosofía medieval y renacentista y pasa a ser un objetivo renovado en diferentes períodos del arte europeo en ese intento por dar al deseo las imágenes donde Venus pudiera dejar de ser vulgar y convertirse en celestial.

En el arte griego Afrodita debía estar envuelta en ropajes… ¿porqué? porque la belleza femenina era una invitación a la herejía.
La noción de Afrodita desnuda es Oriental… y se introduce en Occidente para producir en las esculturas lo que podría llamarse la búsqueda de los fundamentos plásticos del cuerpo femenino. …el cuerpo cubierto de ropajes era utilizado para otorgar el rasgo de misterio al enigma femenino- y otorgar sensualidad con lo que constituyó una larga tradición de habilidad técnica.
El arte helenístico nos ofrece en la serie de las Venus diferentes matices del cuerpo femenino que modelan el ideal de una época. Podemos recorrer desde La Venus Genitrix, que nos ofrece una forma del «desnudo vestido» para mostrar lo sutil del cuerpo femenino, a la Afrodita de Cnido, (una copia de Praxiteles, hacia 350 a.C.), nos ofrece una mujer viva de belleza abrumadora, personificación del deseo físico con fuerza misteriosa e irresistible…
En las figuras de bronce de una muchacha, (Arte griego hacia 400 años a.C.), nos muestran un ideal de perfección y equilibrio. En la Afrodita del Capitolio, encontramos una figura que está posando, mostrando su cuerpo, se la considera más carnal en su opulencia física. En la Afrodita de Milo, (figura del año 100 a.C) símbolo de belleza, modelo de perfección ideal, fue descubierta en 1820 y queda para el imaginario colectivo como una forma emblemática de una época que aportó los fundamentos y ha dado la impronta de los artistas posteriores.
A partir del siglo II después de C. el tema pierde su significación, y entra en un eclipse. El artista medieval parece no mostrar ningún interés por los elementos del cuerpo femenino capaces de despertar el deseo.
Se borra la sensualidad de los cuerpos.
El desnudo cristiano comienza cubriendo el cuerpo con conciencia de pecado. Las figuras sin ropa de principios de la Edad Media están vergonzosamente desnudas y soportan humillaciones, martirios y torturas.
María, la mujer virgen pasa a ser la protagonista absoluta de la pintura.
Si consideramos uno de los más grandes poetas de Venus: Boticelli en Florencia, vemos tanto en Primavera como en el Nacimiento de Venus ese poder irresistible que le dió el misterio del genio para marcar en la Historia del Arte, el símbolo de la belleza exquisita.
Su visión retoma los Griegos.
Se lo considera un homenaje a la Antigüedad, la marca de que «el cuerpo es como un jeroglífico de deleite sensual» destinado a despertar el misterio del deseo.
Pero en realidad lo que se considera una verdadera invención del desnudo clásico se produce en Venezia y surge en las figuras de Giorgione, quien supo dar al desnudo un color sensual.
Había en él un apetito de belleza física más ansioso y más delicado que el de ningún otro artista desde la Grecia del siglo IV. Podemos ver en la Venus de Dresde el cuerpo desnudo ofrecido en posición de entrega y satisfacción.

Durante <400 años los más grandes pintores del desnudo, Tiziano, Rubens, Courbet, Renoir, incluso Cranach han seguido componiendo variaciones sobre el mismo tema.
La figura reclinada de una mujer desnuda no parece haber sido tema de ninguna obra de arte famosa en la Antigüedad y acentúa el lado Celestial de la Venus.
A la muerte de Giorgione, Tiziano, compañero de Giorgione, es quien, completa las obras inacabadas de aquel y realizó sus ideales… pero acentuó y desarrolló el aspecto más sensual del desnudo giorgionesco hasta erigirse en uno de los maestros supremos de la Venus sensual.
Lo que se considera el más hermoso de los desnudos de Tiziano es el cuadro conocido como Amor sagrado y amor profano. (1520)
Se la considera como la figura que más transmite los rasgos de la satisfacción del deseo.
Considerado como un poeta épico de la sensualidad, un maestro absoluto de lo que se ha llamado «la pintura de la carne» continúa la línea de las Venus recostadas que sirvió a Velázquez para su Venus del Espejo.
Sensualidad, voluptuosidad, deseo en la década de 1550, Tiziano logra que el cuerpo femenino sea visto con una libertad de prejuicio estilístico jamás conseguida hasta entonces.
Tiziano está considerado como la piedra de toque del arte de Velázquez.
Adquiere en Italia varias obras de arte de Tiziano que lleva a España.
Velázquez se refería a la grandeza de Tiziano y a su empleo magistral de pinceladas fugaces para crear relieve y profundidad con un juego de luces y sombras. Es larga la historia de las Venus y rico su contenido, acá va esta pequeña síntesis y está en preparación la publicación de este material en un libro.

Para anudar este recorrido diré solamente que el tiempo del Barroco nos ofrece a través de la obra de Velásquez otro de los emblemas de nuestra cultura, producida en el siglo XVII «el siglo del genio» el siglo que aportó los fundamentos para la apertura del nuevo sujeto que hemos recorrido con Descartes, con Desargues, con Pascal, o con Velásquez… y que permitió pensar que había un espacio reservado para considerar que hay rechazo del saber, tiempo que pretende fundar para el sujeto cierta atadura al ser y que constituye para nosotros el sujeto de la ciencia, sin duda, en el sentido de una cierta definición que debe tomarse como puerta estrecha, pero abrió el camino para situar con el Psicoanálisis la división del sujeto como barra entre el saber y la verdad.
Con Velásquez y el Barroco si bien nos aportó la creación del misterio, sin develar sus claves, nos aportó también los modos y los artificios por los cuales una época sitúa las coordenadas de la vida erótica
Decimos en este sentido que el Barroco nos aportó una erótica. Una erótica que en la serie de mujeres que se despliega en la obra de Velásquez, encuentra su punto de realización y de culminación en la Venus del Espejo.
El siglo del genio produce una abordaje original en el tema de las Venus, y produce una verdadera ruptura al articular en el espacio pictórico el cuerpo fluido de Venus, donde sensualidad, sutileza, intimidad se enfrentan al espejo… ¿Qué encontramos en el espejo?.
El rostro de la diosa de cabello castaño en el espejo corresponde exactamente al de María en «La coronación de la virgen». ¿El mismo modelo, el mismo boceto o simplemente el mismo ideal de belleza? Contamos con la obra donde realiza la construcción de dos imágenes diferentes, una de belleza celestial y otra de belleza sensual. Sensualidad y castidad, un ideal de belleza… pero sin duda la diagramación de una erótica. Es una obra extraña que presenta el problema de no poder situarla en una cronología… porque parece estar más cerca de las Academias del siglo XIX que las cálidas imágenes que la preceden y la siguen. Desde el punto de vista de la perspectiva y de la diagramación del espacio pictórico señalamos que La Venus del Espejo por la posición que ocupa el espejo debería reflejar el pubis de la Venus, allí está colocada la imagen virginal que vuelve desde el espejo sobre el cuerpo sensual desnudo… así el pintor trasciende su pequeña pincelada y hace escritura para la historia del Arte.

El siglo XX ha producido con la entrada del Psicoanálisis una nueva invención… al establecer en la historia de mujeres una reflexión sobre la histeria, sobre la condición femenina, sobre el enigma del deseo y las relaciones entre el amor y el goce.
El enigma del deseo se Juega en Occidente para el hombre, en una escisión, en una separación entre lo amoroso y lo tierno, entre lo sensual y lo erótico, entre el Amor y el Deseo.
Esto es decir que para el hombre, donde ama no de sea-donde desea no ama.
Sensualidad y Castidad será la ronda imposible que hace del objeto femenino lo que Jacques Lacan señalaba como una relación enigmática, un juego entre el deseo y el goce para hacer de una hembra el Dios de su existencia.
Para el hombre, para el macho, para lo viril, la mujer, la hembra, lo femenino será esa larga serie de una, más una, donde intentará como un sueño imposible, constituirla en objeto de su deseo… en hacerla madre, en encontrar por fin su hora de verdad, para hacerle vivir en la experiencia amorosa el goce que hará de ella ese verdadero enigma, que si bien no la hace toda suya; ha podido crear esa invención que hace del amor y del deseo un lazo único… y por esto mismo un verdadero acontecimiento.
En el centro de ese acontecimiento que es el amor, se encuentra el goce, esto es, el cuerpo, el misterio del cuerpo que habla anudado al deseo.
El misterio del cuerpo que habla, es el misterio de la poética del inconsciente, es el misterio que tiene su causa en el deseo que lo habita, por esto decimos, es desde el inconsciente que el cuerpo toma voz y produce su llamado.
Una mujer no le sirve al hombre mas que para dejar de amar a otra… Aunque vuelva a producir en un nuevo encuentro, lo insaciable del amor… el hombre cree siempre estar prometido a ellas… el hombre se fascina frente a la desmesura de las mujeres…
¿Y las mujeres?

…Como lo prueba el orgasmo, quiere ser reconocida como única por la otra parte…
…está atravesada por la prohibición a la sensualidad… y el deseo de transgresión… es por esto que sueña con el Don Juan.
El Don Juan es un ensueño femenino.
¿Existe? ¿O es el sueño femenino el que lo ha creado?…
¿Es que sirve a los fantasmas de infidelidad, a la búsqueda de una mujer única jamás encontrada?
¿Es la puerta abierta al amor sensual, a la voluptuosidad, a la inquietud, al ideal de mentira, al capricho de los sueños de libertinaje?
Todo esto contiene el ensueño femenino.

¿Y del lado de los hombres?

Jacques Lacan colocó el masoquismo femenino como ensueño del varón.
¿Es que el sufrimiento, esa víctima entregada a su amo es el modo en que un hombre crea ese ensueño del sacrificio, para medir los límites de la entrega femenina?
Sin duda que una mujer puede responder a un hombre con un vínculo pasional bajo la forma del sacrificio hasta llegar a esa verdadera pasión que es el odio.
Decimos que una mujer puede encarnar un ensueño masculino ofreciéndose como ofrenda de un sacrificio.
Simplemente porque ella hace lo que detesta. ¿Para qué?
Para quejarse, torturarse, vivir la experiencia atrapante de estar obligada a realizar lo que no desea.
Lo que se dice el infierno en la tierra, el único del cual estamos seguros que existe.
¿A dónde apunta el sacrificio?
El sacrificio apunta a la captura del otro como tal en las redes de mi deseo. El sacrificio entra en el campo de los espejismos eróticos como prenda que adquiere valor mágico para el deseo.
Sin duda que la pregunta esencial del diálogo amoroso es:

¿Qué valor tiene para ti mi deseo?
Y puede ser respondido en estos diferentes fantasmas que el Psicoanálisis pudo situar, formalizar, articular y encontrar sus razones.
Fantasmas que dan cuenta de la escisión entre el deseo y la realidad, entre la ficción y la verdad, entre la visión y la mirada… para que el deseo encuentre su «hora de verdad» allí donde un cuerpo que ofrece sensualidad y una mirada virgen sean el escenario para que el hombre aborde como un verdadero acto de captura el enigma de la femineidad donde podrá alojarse.

El mail de la autora es discursofreudiano@sinectis.com.ar

Tomado de:

http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=3454